¡Booktube está muerto!
Un adolescente de 15 años no puede apreciar la singularidad del lenguaje, la profundidad de los personajes de La Celestina, no, a veces hace falta tener filología realmente para entender esa novela. Sebas G. Mouret
¡Booktube está muerto! Leí en uno de los
tantos vídeos que recomienda mi inicio. Siendo fan de innumerables canales que
comparten dicho contenido, el titular acaparó mi atención con la misma
facilidad que un artículo a mitad de precio. No es un debate que sucediera de
la noche a la mañana, o que cobrara mayor relevancia porque alguien decidió
exponerlo en su canal. Muchos adolescentes (me incluyo por haber formado parte
de esa comunidad) eran más que conscientes de su decadencia. Recuerdo aquellos
años en los que un chico común y corriente podía darse aires de intelectual
presumiendo ante sus amigos que había leído Los
juegos del hambre, Harry Potter y Cazadores de sombras, aventajando a todo
aquel que quisiera compartirle de manera incauta algún spoiler. La soberbia de
esos chicos es equiparable a lo que hoy en día hace un poeta que pretende
convertir en verso oraciones superfluas, comparando a las chicas con caguamas
frías, mensajes de texto cursis o invitaciones a coger usando eufemismos. No me
malinterpreten, pero si creen que eso es literatura, debería pensar seriamente
en darme una vuelta por un burdel para escuchar los piropos que les tiran a las
bailarinas y hacerme un libro con sus frases, porque ahí es donde se encuentra
la inspiración, sólo necesitas crearte una cuenta de Facebook con fotos aesthetic, filtros sepia, lo que
consideres “la mejor línea” de tu poema al pie de la foto y ¡taran! Ha nacido
una nueva promesa juvenil que te avergonzará cuando cumplas veinte.
¿A qué quiero llegar con esa explicación de
lo que “es” y “no es” literatura? Porque siempre se ha tratado de eso ¿no?
Cuántas veces no me he encontrado vídeos de Sebastián G Mouret (de los pocos
que han evolucionado para bien, aunque su personalidad frente a las cámaras
siga sin agradarme), Claudia Ramírez o Alberto Villareal dando charlas
motivacionales sobre literatura juvenil y por qué no la consideran “literatura
basura”. Cito a Sebas: "lo peor de los jóvenes no es que leamos, es que no
le tenemos miedo a nada" (guiño, guiño). De una vez aclaro que yo tampoco
la considero así, pero mis puntos difieren de la idea que estos “booktubers”
tipo influencers siempre manejan. Para empezar, si le preguntas a cualquiera de
ellos qué es un clásico literario, estoy seguro de que responderían con algún
autor viejo, como si de un producto vintage
se tratara. Temo decirte, querido lector, que si piensas así estás equivocado,
y que, probablemente, esos booktubers hayan sido los responsables de que
adquirieras dicha ideología.
¿Qué
es un clásico? La distorsión del término para el bien común
Góngora murió hace cuatro siglos, maldita sea ¿Qué nos
pasa? ¿Acaso no hay literatura reciente? ¿Acaso no hay clásicos en literatura
juvenil? Sebas G. Mouret
Un clásico literario, como ya dije, no es
simplemente una obra vieja y famosa, de otro modo no habrían sucedido a lo
largo de la historia tantas épocas literarias. Sin embargo, el paso de los años
ha hecho que su concepto se actualice, por lo tanto, un clásico ya no se
remontaría precisamente a la época clásica, sino que ahora también podemos
encontrar un “clásico literario moderno”. García Márquez, Cortázar, incluso
Borges, ya pueden considerarse dentro de esa categoría, algunos mereciéndolo
más que otros. En lo personal admiro mucho a Cortázar, pero no por ello
considero que todos sus escritos son “oro puro” como apunta la academia; a
veces se ensalza demasiado a autores que no pasan de una obra cumbre que los
catapultó a la fama. Cortázar vive a la sombra de Rayuela y Bestiario, lo
sé porque casi nadie puede nombrarte otras obras que no sean esas, es como el
chiste de Bojack Horseman sobre J.D. Salinger, autor de El guardián entre el centeno y… ¿otros?
Cortázar es de esos escritores que juegan
con el lenguaje, se divierte creando formas y haciendo que los lectores se
diviertan con él, pero, de ahí en fuera, ¿Cortázar sirve para algo más? Más que
el deleite quiero decir, porque no me veo leyendo su obra y analizando sus
juegos de palabras como si un chico de primaria no pudiera inventar esos
verbos. No obstante, juzgar ese motivo insuficiente para que se le considere un
grande sería muy hipócrita de mi parte, tomando en cuenta que soy fan del
terror, cosa que tampoco aporta nada a mi pensamiento más allá de extender la
imaginación (y eso no lo convierte en algo meramente innecesario).
Si de utilidad hablamos, el verdadero
motivo por el que a Cortázar se le considera un grande es por descubrir nuevas
formas de explorar el lenguaje, no hacer de la escritura algo rígido y perfecto
como se ha manejado siempre, sino divertido y complejo. El entretenimiento no
viene únicamente de crear historias enrevesadas con significados profundos para
el hombre, sino que también puede hacerse en la palabra escrita. Basta con leer
su cuento “Continuidad de los parques” para hacerte sentir participe de la historia,
a tal punto que, cuando terminas de leerlo, se vuelve inevitable el deseo de
alzar la mirada y volver la vista sobre tu hombro por temor a que ese ser
ficticio haya traspasado las páginas y esté a punto de asesinarte. Ahora
situémonos en el otro extremo con Octavio Paz, figura intocable para muchos
mexicanos porque, hasta hoy, sigue siendo una voz poderosa que nos representa,
pese a que le hiciera la vida mierda a su esposa Elena Garro y nunca le diera
su lugar como escritora. Paz es de esos ejemplos que, si analizas bien,
desborda soberbia en la pluma, siempre con ganas de acaparar la atención. La
primera vez que leí su análisis sobre Primero
sueño de Sor Juana me pareció complejo y me hizo sentir como un imbécil. La
forma en que describe los versos, las figuras, su amplio conocimiento sobre el
mundo y las estructuras hace que se te caigan los ojos, aunque, pasado un
tiempo, notas algo raro en su discurso, un exceso de parafernalia que logra
seducirte a tal punto que la admiración que sentías por Sor Juana es relegada,
volviéndolo el verdadero protagonista (ladrón) de tu admiración.
Me frustra descubrir que varios autores en
la academia son enaltecidos de tal forma que cualquier cosa que haya pasado por
su pluma es preciada. Cortázar dice que escribió “Casa tomada” después de un
sueño y en una sola sentada. Si te comparas con él o dices que es imposible,
los literatos empedernidos saldrán en su defensa diciendo “Es Cortázar, obvio
que puede hacerlo”. Aplíquese este mismo argumento para cualquier autor grande
y todo mundo le perdonará sus fallas, porque cuando descubres una de sus obras
malas la gente finge que no existen. Yo no estoy de acuerdo: ningún autor ha
nacido tan perfecto. Estoy casi seguro de que, si vivieran en los tiempos
modernos, les harían un libro sobre sus hilos de twitter, ¿Qué diablos? Si no
todo lo que brilla es oro.
Retomemos el término “clásico”. En palabras
de Ítalo Calvino, un clásico literario no es aquel que las personas dicen
“Estoy leyendo” sino “Estoy releyendo”. Básicamente, la noción de clásico surge
a partir de una obra que es digna de imitar, que ha sobrevivido el paso del
tiempo y que no necesita de su autor para defenderse por sí misma, he ahí que
libros como la Ilíada y Don Quijote todavía son relevantes. Por
su parte, gracias a estos “booktubers” los jóvenes también ya se han hecho a la
idea de que dentro de sus múltiples libros juveniles también existen sus
“clásicos”, como Harry Potter,
Divergente, Maze Runner, Cazadores de sombras, Los juegos del hambre, Bajo la
misma estrella, etc… Si bien podría decirse que es válido hasta cierto
punto, porque muchos adolescentes han considerado estas obras “buenas” no
quiere decir que cumplan con los estándares para ser consideradas “literatura”.
Juzgar que algo es o no es literario no es
simplemente decir que requiere la aprobación de los adultos, después de todo
muchos de esos libros son escritos precisamente por gente grande, el meollo del
asunto es en cuanto al texto y la academia. Si comparamos a Borges con Suzanne
Collins, caeremos pronto en la abismal diferencia que existe entre sus formas
de escribir, los chicos dirán “eso no es justo, él es demasiado grande para
compararlo con Suzanne” entonces pasaríamos a Mary Shelley, que es más amena a mi
consideración. “Sí” volverían a decir esos chicos “ella está al nivel de
nuestros autores, por lo tanto, nuestro argumento es válido, leemos literatura”
pero, oh sorpresa, si analizáramos detenidamente ambos autores y sus libros nos
daremos cuenta de que, aunque no lo parezca, todavía existe una diferencia
abismal.
Si alguna vez has visto los videos que hace
Lorena Amkie sobre escritura (si no, deberías hacerlo, es muy buena en su
trabajo) entonces puede que identifiques algunas de esas cosas: estilo,
puntuación, forma del texto, uso de los renglones, personajes acartonados,
vacíos o con poco trasfondo psicológico y, sobre todo, uso excesivo de
muletillas “que”, “como”, hasta puede que demasiados verbos acabados en “mente”.
Sé que puede parecer duro al principio,
porque nadie quiere aceptar que se ha equivocado. Yo, de hecho, estudié letras
con tal de descubrir la diferencia entre “literatura” y “libro juvenil”. No me
cayó el veinte hasta segundo año, y fue un proceso arduo en el que tuve que
abrirme a otros argumentos, pues de otro modo jamás habría crecido como lector.
La cosa es que sí existe una diferencia entre lo que es considerado bueno y lo
que es considerado malo, sólo que si no sales de tu zona de confort nunca llegarás
a descubrirlo.
Booktubers:
el discurso que engancha más que una droga
Estoy consciente de que no todos los libros juveniles
son buenos o de calidad, yo no soy quién para juzgarlos. Pero sé que existen
libros que solo son para entretenimiento y que no aportan nada. Pero ¿adivinen
qué? También hay miles de libros para adultos que no aportan nada. Claudia Ramírez
Sebastián Mouret menciona Las aventuras de Tom Sawyer como un
clásico, y aunque a nivel popular se acepte, muchos de estos
"Clásicos" no lo son académicamente. Cuando hablamos de clásicos nos
saltan nombres obvios a la vista: Homero, Cervantes, Tolstoi, Flaubert,
Dostoievski (sí, en su mayoría hombres) y es que cada uno de ellos tiene una
obra que hasta el día de hoy sigue dando de qué hablar, pero, lo más
importante, siguen ofreciendo respuestas a preguntas que la misma obra formula.
Ese es, en lo que a mí respecta, la cualidad más destacable de un clásico,
porque ver a John Green hablando de los significados de sus libros y
desentrañándolos en sus entrevistas porque sus lectores no han llegado a esas
conclusiones dice mucho del público que lo lee. Tampoco estoy diciendo que sean
(seamos) estúpidos, porque ¿quién rayos le buscaría tantos significados a una
obra que simplemente fue escrita para el disfrute? Podemos leer Guerra y paz de Tolstoi y tener toda una
odisea en el pensamiento, o resumirlo como Sofía de la serie Control Z y decir
que trata de un montón de hombres que van a la guerra y se deprimen (a mí me
deprime saber que no lo leíste bien).
Por cierto, que Sebas tampoco se salva de
dar sinopsis así: "Os voy a contar un argumento ¿vale? Una chica de 13
años se enamora, conoce al chico de 16, pero sus padres no quieren ese romance,
no, es una relación prohibida ¿no? y acaba todo súper trágico. Bueno, este que
es el argumento típico de cualquier novela romántica actual también es el de
Romeo y Julieta de William Shakespeare". La pregunta es ¿Qué novela
romántica actual? Si a literatura juvenil nos referimos. ¿Un beso en París, Si decido quedarme, A todos los chicos de los que me
enamoré? Romeo y Julieta no pueden estar juntos por un conflicto entre
familias, no porque la chica sea nerd y el chico una superestrella del soccer.
Katniss tiene un triángulo amoroso en el que ni su madre se mete, mucho menos
la mamá de Bella en Crepúsculo que
apenas le presta atención. Divergente,
tampoco, Tris elige a Tobías y san se acabó. Cazadores de sombras, no creo, Clary igual vive su triangulo
amoroso (en parte prohibido porque Jace es su hermano) pero no hay nadie que
frene sus deseos (la mamá está sumida en el sueño de la bella durmiente y el
papá es un psicópata que quiere aniquilar a su especie).
Aquí hay peligro, desde luego, porque, como
ya dije, a veces la academia también peca de enaltecer una cosa que muchas
veces no está ahí. Alguna vez sustituí a un profesor en una clase de literatura
y un alumno me dijo que Frankenstein
podía analizarse desde la perspectiva padre e hijo equiparando al duelo que
existe entre creador y creación. Admito que la idea me pareció buena, pero ya
se encamina por una senda peligrosa. No me imagino a nadie volviendo a leer Bajo la misma estrella, ver un dialogo
al azar y preguntarse ¿Qué habrá querido decir Hazel Grace con esto? ¿Acaso
habrá un significado oculto en sus palabras que dé a la obra un trasfondo
innovador? Dijo nunca nadie en la vida. Y no lo digo porque sí: en algunos
videos de John Green he visto a personas valerse de la prefiguración (es un
recurso literario que advierte de antemano algo que va a sucederle al
protagonista) para buscar significados imposibles en su obra.
El segundo peligro viene de no saber cómo
defender estos libros para decir que “no son basura”. Los booktubers
simplemente usan un discurso atractivo para los chicos, por ello me vi en la
necesidad de desentrañar lo que significa un clásico, pero eso no quiere decir
que sus palabras sean verdad. No saber “qué es un clásico”, decir que “lees lo
que quieres y nadie te impone lecturas” y que “los libros juveniles también
aportan cosas” me hacen pensar en un chiquillo llorón que, al no conseguir lo
que quiere, simplemente descarga su odio contra los que piensan diferente. No
hay pie al debate porque te estás metiendo con el gusto de la mayoría, como
cuando los cineastas bombardean las películas de Marvel. Cosas así hicieron que
me alejara con el tiempo de esta comunidad que se volvía cada vez más tóxica,
sobre todo porque muchos de esos booktubers comenzaron a escribir sus libros
(algunos malísimos como Besos entre
líneas) para ganar dinero a costa de sus fans, enalteciendo sus obras como
si fueran lo mejor del mundo (Raiza Revelles y Sebastián Arango aún me deben la
continuación de Zelic, libro que por
suerte me regalaron, que si no, estaría molesto). También contribuyó escuchar
de la boca de “Crónicas de una merodeadora” que los clásicos son “aburridos y
sin sentido” sin que exista una argumentación clara de dónde está lo aburrido y
dónde está el sin sentido. Cuando alguien convenza al enamorado de que las
rosas son anticuadas y que debería comprar geranios, recuérdale el significado
de la rosa, enaltécela hasta hacerle creer que no hay flor más bonita que esa,
y volverá sin cuestionar nada. Eso es booktube.
Otra cosa que me molesta bastante de estos
booktubers es que tampoco son conscientes de la desigualdad de clases que
existe en su país, por ello muchos salieron a explicar la diferencia entre un
libro pirata y uno original, principalmente Alberto Villareal. Recuerdo que
cuando publicó su primer libro Ocho
lugares que me recuerdan a ti le di una oportunidad para ver si podía
sorprenderme, porque en sus videos sentía que había suficiente cesura para que
un buen autor saliera de ahí.
Además de pretencioso, ese libro era de lo
más predecible, a tal grado que pasadas las primeras cincuenta páginas hice un
esquema de lo que yo pensaba que iba a ocurrir y, ¡Vaya! ocurrió exactamente
como lo escribí. Si esa obra fuera mía, cualquier editorial la habría tirado a
la basura sin dar las gracias por el esfuerzo, pero cuando tienes suscriptores
como moneda de cambio para asegurarle a una editorial que tu obra dará
ganancias, es bienvenida, aunque no valga los doscientos veinte pesos que le
invirtieron.
Al poco tiempo me deshice de ese libro,
dejando por la paz a Alberto, quité mi suscripción a su canal cuando su
contenido dejó de ser suficiente para mí y me enfoqué en otras cosas. Sin
embargo, un tiempo después, lo encontré en mi inicio hablando de cómo
diferenciar libros piratas y originales. Pensaba que sería un vídeo básico,
identificar cosas como el color de las portadas, el pegamento, la calidad de
impresión… pero entré y descubrí una especie de “trampa” para quejarse de que
sus fans habían comprado libros piratas y que hasta cierto punto se sintió muy
(demasiado) disgustado por ello. Yo me sentí indignado de leer una obra tan
mala y que nadie me devolviera mi dinero (él sabe que su libro no aporta nada,
de otro modo, cuando su amigo Alexis le hizo esta misma pregunta en una
entrevista, no se habría quedado en blanco).
Me descargué, no pude evitarlo. Me indignó
saber que no le importaban sus lectores sino las ganancias, porque, aunque no
les dijo en su momento a sus fanáticos que esos libros que le llevaron a la FIL
eran piratas (cosa que me pareció bien) eligió su canal de YouTube para
quejarse de ello haciendo pucheros. A sabiendas de que en México la gente casi
no lee porque muchos libros son caros (el suyo, por ejemplo) él, precisamente,
un Booktuber privilegiado elige quejarse, dando a entender que lo único que le
importa de su obra es lucrar con ella (recalcó que era mejor comprar su libro
electrónico porque así ganaba más). Por una parte, admito que no debe ser fácil
ver tu obra en puestos piratas, porque uno no vive de regalar su arte, pero
cuando ese dinero sólo es un extra para darte lujos y que aun así te quejes de
que no te dan lo suficiente, carajo, se siente como una patada en los huevos.
Fernanda Melchor alguna vez se hizo viral
en twitter cuando descubrió que mucha gente bajaba sus libros de forma ilegal,
porque resolvió su furia en un twitt venenoso que acabó convertido en meme.
Fernanda es una buena escritora, y puede que con ella se justifique un poco (su
libro Temporada de huracanes ganó un
premio literario), hasta bromeó sobre ello tras hacerse viral, pero, al igual
que Alberto, la forma en que lo hizo me hace creer que tiene una mentalidad
similar. Por su parte, Lorena Amkie hizo un video sobre los libros pirata,
pero, a diferencia de estos dos, se lo tomó con calma y lo explicó desde varias
perspectivas, al punto de que no te sintieras insultado por haberlo hecho. Esa
es la diferencia abismal entre un “buen autor” y uno que sólo busca el dinero
como si de vender droga se tratara.
No odio a los booktubers, eso quiero
dejarlo claro. Cada uno hace contenido que llame la atención y muchas veces me
parecen divertidos sus bookhauls o tags de tal o cual cosa, pero hay cosas que
definitivamente no puedo perdonarles, sobre todo por la gran influencia que
tiene sobre muchos chicos y cómo se aprovechan de ellos. Los Booktubers son
conscientes de lo que hacen, no se engañen creyendo lo contrario. Pero, en lo
que a mí respecta, parte de esta hipocresía es lo que ha contribuido a la
decadencia real de booktube. No se debe a que los chicos ya no encuentren sagas
juveniles o libros que les entusiasmen, es que muchos se han dado cuenta de que
estos booktubers son lo más parecido a una estafa piramidal, haciéndoles
comprar libros por montón para que tengan libreros como los que exhiben en sus
canales, aunque solo hayan leído el 20% de lo que muestran, portando ese lema
de que “ser lector te hace especial”, dándote ánimos para que aspires a
escribir tu propio best-seller juvenil mientras ellos sacan el suyo, lo compras
y después caes en cuenta de que los sueños con los que te han llenado la cabeza
no funcionarán contigo porque no eres famoso. Yo he sido víctima de estas
cosas: hace años hice de mi librero un lugar de portadas bonitas que nunca
terminaba de leer, pero que lucían increíbles en mi cuarto.
Si a día de hoy siguiera esos canales, mi
librero sería un estante arcoíris en lugar de una biblioteca que realmente me
ha cambiado la vida, hecha con libros que quise y quiero leer.
Malos
libros, malos autores y malos lectores: el amor no cambia, la psicología
importa y un pasado tóxico no justifica tus acciones (incluye spoilers)
Como no todo es color de rosa, es hora de
ponernos rudos con ciertas cuestiones. Es bien sabido que a lo largo de la
historia siempre han existido libros malos. La literatura basura no es cosa de
la actualidad. Muchas novelas de folletín son descartadas de las bibliotecas
por ser un mero producto de entretenimiento disfuncional para el presente. Por
otra parte, el resto de novelas perdidas o desechadas nunca llegó al público
suficiente para ganarse un lugar consagrado, y esto es exactamente lo que ocurre
con la literatura actual, más específicamente, con lo juvenil. Aunque cualquier
adolescente pueda identificarse con Katniss, Tris, Thomas, Percy Jackson o
Harry Potter, no necesariamente ha encontrado un personaje profundamente
psicológico. Muchas veces, los autores best-seller se valen de la ambigüedad
para describir a sus protagonistas, dándoles características típicas (por no
decir clichés) que enganchan a cualquier joven adulto que se acerque a ellos.
De John Green, por ejemplo, hay un patrón que se repite en sus personajes:
incomprendidos, groseros, de gustos “excéntricos”, con una personalidad
empática y con padres sumamente liberales. La única diferencia que encuentro
entre los protagonistas de Bajo la misma
estrella y Ciudades de papel es
que no tienen cáncer. Margo Roth Spiegelman (nombre que, pese a ser largo, es
fácil de memorizar) es de esas chicas de filosofía escueta que no duda en
lanzar frasecillas por aquí y por allá para enamorar a Quentin (o para que los
lectores las subrayen y después vayan a Instagram o Facebook a ponerlas como
descripción en su foto de perfil, porque vivimos en una ciudad de papel, hecha
con gente de papel, o porque somos granadas y un día vamos a explotar) y
después desaparecer como si no le importara en absoluto. Nunca pude conectar
con esos personajes, no porque fueran demasiado complejos, sino porque ni ellos
mismos sabían lo que querían, básicamente el argumento por excelencia de cualquier
adolescente cuando sus padres no “comprenden” que quieren salir a divertirse,
emborracharse, comerse al mundo ahora que son jóvenes porque sienten que la
vida sólo es un momento, y que mañana pueden amanecer muertos y sus vidas nunca
habrán tenido sentido por no salir de la rutina.
La pubertad es un momento complicado, y
como no tenemos un rumbo fijo o una personalidad propia agarramos lo que está
de moda para ver si se acopla a nuestros objetivos. En mis tiempos eran los
emos, punketos, darketos, y demás etos; en la de estas generaciones, los
libros, buscar algún personaje qué amar, pero también desear, o ¿Acaso creen
que las escenas en las que Jacob se quitaba la camisa eran pura coincidencia?
Ya no digamos de Patch Cipriano. Nunca podré sacarme de la cabeza aquella
escena donde está con Nora en el billar y un amigo de Patch se acerca a
molestarlo y entre jaloneos le arranca la camisa, el rato suficiente para que
Nora describa los tersos músculos y el sixpack de ensueño. Estaba para morirse
de risa. Algo parecido ocurrió con una escena de Cincuenta Sombras de Grey
cuando acompañé a una amiga a verla en el cine. Christian le pone una venda a
Anastasia, la desnuda y comienza a untarle un hielo por el abdomen. Anastasia
comienza a gemir, y de un momento a otro Christian le da una vuelta y le
propina una nalgada. Casi escupo las palomitas. Si una escena falla en su
cometido, por obvias razones se entiende que está mal hecha. Creo que ahí
podemos empezar con un punto clave para decir por qué algunos de estos libros
juveniles son malos.
1. Falta de credibilidad: Aunque la ficción
puede valerse de recursos fantásticos, siempre se rige a la verosimilitud. ¿Qué
quiero decir con esto? En El señor de los
anillos, Gandalf es un poderoso hechicero, y aunque podría usar su magia
para hacer que los protagonistas llegaran más rápido a su destino, iría en
contra de la trama, pues no habría historia que contar. Además, la magia tiene
sus límites, si no bastaría con agitar las manos y murmurar unas cuantas
palabras para acabar con la guerra y destruir el anillo.
Verosimilitud, regla de oro en cualquier
historia.
Ahora bien, la verosimilitud también tiene
que ver con la trama, porque nuestro protagonista siempre va a tener obstáculos
en el camino y tiene que idear formas inteligentes para evadirlos. En Los juegos del hambre la supervivencia
de Katniss depende de sus conocimientos de cacería y recolección, además de la
práctica que ya tiene con el arco y las enseñanzas que le dejó su padre.
Verosimilitud. No obstante, se le facilita la vida cuando, el año de sus
juegos, le toca un estilista increíble y un chico locamente enamorado que la
ayudará en la arena. Por otra parte, cuando sucede la muerte de Rue y se da el
tiempo de hacerle un funeral nadie llega a interrumpirla, o cuando la comadreja
muere por comer unas bayas envenenadas que Peeta recoge accidentalmente, aunque
la autora haya recalcado en numerosas ocasiones que la comadreja es una chica
muy inteligente, tan inteligente para comer bayas envenenadas que reconoce en
su entrenamiento.
Katniss sí toma decisiones inteligentes:
dejar que el panal de rastrevispulas ataque a los profesionales para conseguir
el arco es una de ellas, o que los engañe con humo para destruir sus reservas,
pero también hay detalles que se le escapan a la autora y hace que su historia
pierda credibilidad, aunque después intente compensarlo en algunas entrevistas
o espere que los fanáticos rellenen esos huecos por su propia cuenta.
2. Mary Sue, Gary Stu y el favoritismo: El
término Mary Sue surge a partir de un personaje ficticio tan perfecto y
competente que raya la inverosimilitud, por lo tanto, todo personaje que cumpla
con estas características es apodado así. Un ejemplo podría ser Celaena
Sardothien de la saga Trono de cristal.
Tanto la sinopsis como los primeros capítulos nos dicen que Celaena es una
asesina increíble, temida por todo el reino pese a su corta edad, además de ser
bella y refinada. No obstante, cuando avanzamos un par de páginas, descubrimos
la carente personalidad de nuestra protagonista, pues lo único que sabemos de
ella es que “ama los libros” y que “todos los guardias se enamoran de su
belleza”. Nunca descubrí de dónde le venía lo letal o lo temible, pues, aunque
es sometida a un concurso para ser la asesina del rey, nunca se las arregla
para escapar de su habitación, secuestrarlo y amenazar al reino con asesinarlo
si no la dejan en paz. En su lugar, elige dar vueltas por el castillo, hacerse
amiga de una princesa que habla un idioma extraño, ponerse vestidos y hacerle
la vida imposible a Lady Kaltain. La cualidad más destacable que la convierte
en Mary Sue es que siempre escapa de la muerte, por más que la situación se
preste a lo contrario. Incluso en la batalla final, cuando Caín está a punto de
matarla (y ojo, que la sinopsis me prometió un duelo a muerte, cuando en
realidad es una batalla que deje al contrincante en “situación de muerte”)
Celaena mágicamente consigue la victoria.
Así como en El nombre del viento, personajes Gary Stu y Mary Sue abundan en la
literatura juvenil, otro punto para desvalorizarla y decir que es “basura”.
3. Músculos, sexo, frases bonitas y
relaciones tóxicas: Esto es parecido a lo que ya describí arriba. Los
protagonistas de la literatura juvenil acostumbran a ser guapos, altos,
inteligentes, con hobbies “raros”, ojos color avellana y perfil griego; las chicas
hermosas (aunque ellas no lo sepan) bajitas, tímidas, ratones de biblioteca,
vírgenes y “diosas del placer y la seducción” en la cama, además de que, cuando
se quitan los lentes o se arreglan para el baile de fin de curso, acaparan
todas las miradas. Nuestros protagonistas son muy maduros para su edad, y eso
te lo recuerdan cada tres páginas, aunque después cometan acciones estúpidas y
necesiten a alguien más para salir de ellas. Las fiestas son la oportunidad
perfecta para perder la virginidad y hacerte novia del chico malo porque no
deja de acosarte, cosa que ya se considera un delito pero, como está guapo,
puede que ceda un poco. Es la típica relación que terminará en peleas absurdas,
desconfianza, discursos tontos y cosas rotas, y que el “sexo” del verdadero
amor será capaz de resolver.
Hace años, varias booktubers decían que
libros como After, Maravilloso desastre
y Cincuenta Sombras de Grey eran sus
favoritos, que amaban a esos hombres con locura y que nadie podría hacerlas
cambiar de opinión. Más tarde, Clara Cuevas y Claudia Ramírez (porque son las
que recuerdo) salen a disculparse con sus seguidores por haberlos recomendado
en su momento, ya que la maduración les hizo ver que esas historias
romantizaban el amor tóxico y otras cuestiones. Entonces ¿Necesitas otra razón
para saber por qué todo mundo insiste en que algunos de tus libros son malos, o
tengo que usar manzanitas?
Malos autores: Aquellos que sólo escriben
para ganar dinero. De esos abundan mucho en literatura juvenil, siendo algunos
casos más evidentes que otros, como el de Jamie McGuire, que exprimió su saga Maravilloso desastre a más no poder,
siempre recordándole a sus fans, de manera tosca, que debían comprar sus libros
en físico o si no, no podía considerarlos auténticos fans. Cabe aclarar que en
E.U., por la demanda, el libro físico vale más que el digital. Otra característica
mala para describir a un autor es defender sus libros a capa y espada cuando un
fan encuentra alguna falla que no puede explicar: “lo hice adrede porque más
adelante va a influir en la historia”, “es que tal personaje hizo esto y por
eso ocurrió aquello” o “la respuesta está ahí, solo tienes que usar la
imaginación”. Este y otros ejemplos pueden ayudarte a ver si tu autor va
escribiendo la historia según la marcha.
Malos libros: Si en tu libro abundan
escenas de chicos que, sin ninguna razón, se quitan la camisa, estas ante un
pésimo libro juvenil. Si las frases bonitas están metidas con calzador, como si
de una tragedia de Shakespeare se tratara, y son del tipo “Sé que lo nuestro
está jodido. Yo soy impulsivo, tengo mal carácter y tú me calas más hondo que
cualquiera. Actúas como si me odiaras y al minuto siguiente como si me
necesitaras”, estas ante un mal libro. Si el fuck boy que corteja (seduce,
parezco señor del siglo XI) a la protagonista le hace la vida mierda, pero
luego se disculpa justificando sus acciones con su “pasado oscuro”, estás ante
un mal libro. Si al final de la lectura piensas que “los chicos malos cambian,
y que tú eres la única que puede hacerlo”, estas ante un mal libro y quizá te
has convertido en una pésima lectora (me lo confirmas después con tus
relaciones tóxicas).
Malas editoriales: Porque existen, quieras
o no. No crean que un libro por estar publicado no puede tener más de treinta
errores ortográficos. Básicamente, a la Editorial Oz se le hizo muy fácil
publicar la novela ¿Quién mató a Alex?
de Janeth G. S. sin que pasara por un filtro, porque, créanlo o no, había unos
“horrores” de ortografía. La historia de por si es mala (básicamente, el
fantasma protagonista nunca estuvo muerto y la villana está en las narices de
la protagonista, pero, como era de esperar, es muy tonta hasta para diferenciar
un café solo de un café con leche), pero ver una pésima sintaxis, comas donde
no van y acentos de sobra me dieron ganas de arrancarme los ojos.
Malos lectores: Simple. Aquellos chicos que
acuñan la frase “leer te hace inteligente” como si aplicara para todos los
libros; que no se abran al dialogo por más justificadas que estén tus
respuestas y que califiquen la diferencia entre libros buenos y malos como
“clasismo lector” (entendido como lectores de clásicos sociedad alta y libros
juveniles sociedad baja) o alguno otro término parecido, estas ante un pésimo
lector que, probablemente, dejará de leer cuando sus historias no lo llenen lo
suficiente.
Las
cosas positivas que sí han dejado estos libros y cómo me construyeron como
lector y escritor
Hubo una época en que leía un poco con miedo porque,
claro, eras la rata de biblioteca, eras un poco el "friki", y no
estaba muy bien visto. Pero nosotros hemos cogido ese término "friki"
y lo hemos hecho nuestro, y lo celebramos con orgullo. Sebas G. Mouret
Los párrafos anteriores puede que resulten
abrumadores, aburridos o chocantes (quien esté libre de pecado que lance la
primera piedra), aunque el propósito nos sirve para explicar cómo es que estas
pequeñas mentiras acabaron por destruir nuestra fantasía del lector
adolescente. Primero que nada, debemos remontarnos a sus primeros años (o lo
que yo considero fue el periodo donde inició el boom de esta comunidad).
2012 fue el año en que surgió la adaptación
de Los juegos del hambre, una
distopía en la que veinticuatro chicos de doce distritos diferentes pelearían a
muerte para ganar fama y fortuna, algo parecido a los reality shows de la TV o
las caricaturas (como aquel episodio de los Simpson en el puente de madera
sobre un volcán activo). Muchas de las características que llamaron la atención
eran las reminiscencias a la antigua Roma y las exóticas vestimentas que
portaba la gente del capitolio (varios de esos atuendos debemos agradecérselos
al diseñador de Lady Gaga). Un programa televisado sobre adolescentes que
tienen que matarse unos a otros en una arena exclusiva (fans de la serie Lost voltean a verla), anunciándose en
lo que parece ser un desfile de modas (fans de Gossip girl voltean a verla) e incluyendo, por si fuera poco, un
amor juvenil aparentemente imposible que después se transforma en un triángulo
amoroso (fans de Pretty Little Liars, The
vampire diaries y Crepúsculo
voltean a verla) para dar rienda suelta a una de las trilogías adolescentes más
aclamadas de todos los tiempos (no por nada Koushun Takami, autor de Battle Royale, intentó demandarla cuando
Suzanne Collins empezó a ganar millones con ella).
A día de hoy, es mi trilogía favorita
(finjo que no existe la reciente Balada
de pájaros cantores y serpientes). Yo desconocía ese mundo de los libros
juveniles, pero fue gracias a esa adaptación literaria que me sumergí de lleno
en él. Al poco tiempo empezó a cobrar fuerza una novela con el título Divergente, vendida como “novela tipo Los juegos del hambre”, Mazze runner, Legend, Los legados de lorien,
autores como Rick Yancey, Dan Wells, Rick Riordan estaban en boca de todos,
incluso las Cincuenta sombras de Grey
llegó a colarse entre las novelas esenciales para un adolescente (recuerdo que
una amiga pensó que las cincuenta sombras eran cincuenta mujeres y que
Christian Grey era un asesino, aunque más tarde me enteré de que en realidad
las cincuenta sombras eran posiciones sexuales).
¿Dónde está lo positivo? Vuelve a ver tu
librero y mira el grosor de algunas sagas populares. Entre mis logros más
destacables están It, Juego de tronos, La
cúpula, el último libro de la saga Crónicas
Lunares y otros más de Cazadores de
sombras. No se trata de agarrar un libro cualquiera y pensar que con eso
obtendrás el gusto por la lectura, se trata de agarrar un libro que te llame la
atención, dejarte atrapar por él y descubrir que, en menos de tres días, has
terminado tu primer libro de 800 páginas. Cualquier adolescente ve eso como un
logro, aunque sea un libro de Harry
Potter o Crepúsculo, el grosor
importa (sin albur). Muchos padres de hecho se sintieron orgullosos de que sus
hijos eligieran gastar su dinero en libros que los entretuvieran y les dejaran
algo bueno en cuanto a ortografía. Si han leído mis entradas anteriores, sabrán
que yo aprendí a acentuar hasta la universidad, pero mucho me ayudó haber
pasado por estos libros, porque, cuando me senté a escribir, la mayoría de
puntos y comas que empleaba eran de manera intuitiva, y mis profesores se
sintieron entusiasmados con esos resultados. Escribir trabajos en la
universidad no fue lo más divertido, pero algunas creaciones y la amplia
imaginación que desbordé en ellos fue gracias a que estas sagas juveniles
“basura” me construyeron como lector y escritor. Pasar de un libro juvenil a un
clásico no fue fácil, pero parte del gusto por la lectura lo hizo llevadero, de
otro modo habría abandonado la carrera.
Otra de las cosas positivas fue la
concentración, porque en la uni había textos realmente complicados. Hay libros
que requieren más atención que otros, pero si eres capaz de distinguir las
ideas principales, estás por encima de la media. Memorizar elementos
importantes me ayudó a obtener buenas calificaciones, cosa que no ocurría con
otros de mis compañeros, y eso que ellos llevaban un buen bagaje de literario.
Por último, estos libros también me dejaron el orgullo, no sólo por volverme un
lector más ávido, sino por construirme un criterio para distinguir lo que me
gustaba y lo que debía desechar a la primera.
El camino nunca es fácil, y muchas
personas, profesores incluidos, me dijeron que mis libros no eran lo mejor, que
debería leer a Dan Brown o a Coelho. El primero no me llama la atención y el
segundo nunca me gustó (y pensar que por ser profesores confiaba en su criterio
para elegir libros). La cosa es que no debes sentirte ofendido por lo que la
gente dice sobre tus gustos, a fin de cuentas, muchos de los que critican jamás
han tocado un libro en su vida. Los puristas, por su parte, siempre seguirán atacándolos,
pese a que muchas personas de mi generación encontraron el gusto por la lectura
gracias a lo juvenil y no a sus clásicos. Me quejo bastante de la gente de mi
carrera por darse aires de sabios, por leer a Borges (aunque ni le entiendan)
antes que a Cassandra Clare, como si eso los hiciera especiales. Yo me formé
con clásicos y juveniles y no me siento superior a nadie, cada quien debe ser
libre de elegir lo que le guste (eso sí, tomando las cosas positivas y tener
expectativas realistas en cuanto a la vida, sin mezclar realidad y ficción o
dejarte atrapar por el fuck boy); a fin de cuentas, la lectura no es para
todos, pero si se sabe guiar a los que ya tienen el gusto sin mostrarse
soberbio o hacerles creer que sus esfuerzos han sido en vano, entonces
cultivaremos más lectores en este país.
A
manera de conclusión
Considero que lo que ha matado a booktube
han sido los mismos booktubers. Nos has envenado la cabeza todo este tiempo
haciéndonos creer que necesitábamos de esas sagas juveniles que eran del gusto
de otros y nunca nuestros, que la belleza de leer siempre se debía al
entusiasmo que ponían en sus reseñas y no al hecho de que la mayoría siguiera
el estándar de una revista de moda como un deleite a nuestros ojos, ansiosos
por consumir cada video. ¿Cuántos de ellos quedan actualmente? Muchos ya ni se
esfuerzan en reseñar libros, se dedican a otras cosas porque su comunidad se ha
roto, ya las editoriales no les mandan más libros porque no están en auge.
Aunque insistan en que booktube no está muerto, los hechos hablan por sí solos.
En tiempos de pandemia, las series de TV enganchan más que una saga juvenil,
Netflix es el motivo de mis desvelos en lugar de esos libros que siguen
recomendando para salvar sus canales. Ahora es nuestro turno de elegir lo que
queremos, porque más allá de esas caras bonitas, estantes de colores y
Funko-pops adornando sus libreros, esos canales de YouTube no saldrán a flote a
menos que se den cuenta de que sus lectores han crecido, que muchos de ellos se
han creado un criterio lector y que un protagonista adolescente haciendo la
rebelión con la misma distopía reciclada hasta la saciedad ya no nos basta.
Somos rebeldes a nuestro modo, y lo descubrimos cuando esta comunidad tóxica
cayó en el olvido, cuando las ovejas se dieron cuenta de que el pastor era un
hombre y no un Dios.
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